El público y el arte en tiempos de pandemia

¿Qué es el público hoy? El espectáculo global más esperado del año es la serie final de la Champions League, el fútbol de elite convertido en vehículo de todas las ansiedades contemporáneas. Llegó para cuando el virus más o menos lo permitió en la castigada Europa del invierno boreal, pero no lo suficiente como para que las tribunas de los estadios lisboetas se poblaran de espectadores.

El Barcelona cae por dos goles frente al Bayern Munich y a las imágenes vacías de las gradas se corresponde un sonido ambiente de estadio lleno. De pronto el fútbol jugado por atletas se parece a la PlayStation, tanto como el sofisticado videojuego que llegó a ser capaz de emular sonidos, tácticas y hasta gestos de la realidad.

En la vieja televisión de practicaba el playback. La música en vivo era casi imposible en los estudios de TV, entonces se apelaba a que los músicos hicieran como si tocaran: hacían mímica. Era un código aceptado que se ha vuelto muy pertinente para describir esta coyuntura de manifestaciones artísticas remotas.

La pandemia ha extremado el uso de las herramientas digitales que interceden ante la imposibilidad de que el escenario y la platea convivan en un mismo espacio, todo parece indicar que viviremos en un estado de cultura playback.

El empresario cultural argentino, Jorge Telerman, cree que la pandemia solo aceleró un proceso que la revolución digital ya había puesto en marcha antes y que no hay tal apocalipsis del espectáculo en vivo.

«La cuarentena no inventó el teletrabajo ni puso en evidencia la desaparición del vivo, sino que mostró la existencia de otra cosa que debemos incluir en las prácticas artísticas».

El exintendente de Buenos Aires ya se subió al tren, y para 2021 reservó una partida del presupuesto a la producción de contenidos dramáticos para plataformas virtuales.  Como ejemplo cita una obra chilena hecha especialmente para ver en Zoom llamada Un kilo de ceniza.

 

Me invitaron a verla y me di cuenta de que hay posibilidades. Quizás al principio veamos cosas un poco rústicas pero no tengo dudas de que hay un lenguaje nuevo para explorar allí».

Otra idea del «vivo»

¿Se puede seguir hablando de público? En su última visita a Buenos Aires, la islandesa Björk interrumpió tres veces su show multimedia en el teatro Gran Rex para pedir que apagaran los celulares que la filmaban: «O están acá conmigo o con sus aparatos». Su indignación era justificada, pero ella no terminaba de entender que su público estaba formado por espectadores tan multimedia como ella.

El barítono y director de escena, Marcelo Lombardero, aseguró para el portal Infobae:

 

El espectáculo en vivo está en crisis porque la gente tiene todo en una pantalla».

 

Lombardero tuvo que posponer el estreno de una ópera de Shostakóvich en el Palacio de las Bellas Artes, Ciudad de México, así como todos sus compromisos hasta finales del 2021 y principios de 2022.

Como Telerman, Lombardero cree que la pandemia vino a poner luz sobre cosas ya existentes, pero no habla de tecnologías rupturistas sino de la destrucción de la cultura como puente.

 

La crisis de los espectáculos de representación, ni hablar en el campo de la música clásica, no es por el virus, sino porque hay pendiente un diálogo con el público. Abundan ideas de producción caducas donde lo importante es tapado por lo superficial».

Nuevos editores

En este contexto, el escritor Jorge Carrión, un observador agudo de las plataformas, cree que YouTube, Instagram, Spotify o Twitter son algo más que eso: son los editores de estos tiempos. En su concepto, aquellos que aportan contenidos deberían cobrar su regalías como en la antigua relación entre un escritor y la editorial o un músico y su discográfica.

Carrión se tomó la cuarentena para escribir Lo viral, un libro con formato de diario íntimo donde cuenta sobre el concepto de «viralidad» que manejamos fuera de la infectología:

 

El contagio es una idea del marketing de los años 90. Que la gente sea portadora de las ideas del producto y se convierta en un agente de contagio o de supercontagio»

En su columna de The New York Times, Carrión señaló que el fin de la cultura no era así, sino que era necesario redefinir lo que entendíamos por «cultura» en esta hipermodernidad. Desde mediados de los 90, la producción tecnológica ha ocupado posiciones culturales, volviendo a las plataformas más revolucionarias que sus contenidos o promoviendo formas de expresión propias, por eso hablamos de ‘youtubers’ o ‘instagrammers’.

Durante la pandemia, los museos y galerías de arte optaron por una sobreoferta de cursos y charlas online, cuando quizás lo que esté haciendo falta es aplicar criterios de curaduría en esas zonas de producción visual. La experiencia de recorrer una sala de un museo puede ser irreemplazable, pero la captación de nuevo público corresponde a mostrar el patrimonio en recorridos virtuales, no en clasificar una producción.

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