Un reporte realizado en 2015 sobre el sistema carcelario y los derechos reproductivos en New York, mostró resultados preocupantes. Reveló que las mujeres en prisión recibían en promedio 24 toallas por ciclo, aquellas que necesitaban más, debían guardar sus toallas sangradas para reutilizarlas.
Aunado a esto, según testimonios de las detenidas, las toallas eran de tan mala calidad que provocaba que muchas mujeres requiriesen de más producto. Para ellas, pedir más producto implicaba procesos humillantes, amenazas y respuestas negativas. Muchas tuvieron que recurrir a usar calcetines, algodones, cartón, papel de baño, entre otras cosas, para evitar mancharse.
En la prisión de Rikers Island, se reportó que recibían 144 toallas sanitarias por cada 50 mujeres encarceladas. Lo que resulta en 11 toallas por periodo menstrual, según datos de Pfizer Hemophilia, una mujer necesita entre 16 y 20 toallas por periodo. Lo que llevó a que muchas de las encarceladas mancharan sus uniformes y las obligaron a usarlo así, por semanas.
Productos menstruales en prisión, son una herramienta de control
Un reporte realizado en 2016 sobre el sistema carcelario en California, señaló que el problema no era la falta de productos menstruales. Sino que los custodios de prisión utilizaban la carencia de productos sanitarios para controlar a las mujeres. Cuando ellas requerían más toallas, los guardias las humillaban. Además condicionaban su acceso a productos menstruales a cambio de ciertas conductas.
En 2016 una jueza de Kentucky recibió a una mujer privada de su libertad completamente desnuda de la cintura hacia abajo. Esto porque había manchado su uniforme por falta de productos menstruales y los guardias de la prisión se negaron a darle un cambio de ropa.
Para la organización Menstruación Digna México, el sistema carcelario está hecho por y para hombres. Donde la menstruación se trata como un tema secundario, ajeno. Por ello piden que se otorgue una experiencia menstrual digna, sin importar donde se encuentre la persona que menstrua.